Lejos de la civilización, con las calles desoladas por ocasión del Día de la Madre y la misma realidad que se vive en el asentamiento urbano marginal: Buenos Aires Sur, se encuentra una humilde casita perteneciente a una familia que poco a poco ha sabido mejorar sus condiciones de vida.
En la última parada de la poza vive Gregoria Elizabeth Amaya Apolo, madre y jefa de este hogar, más conocida como Isabel, como le llama su madre desde su nacimiento.
Ella es una mujer luchadora y trabajadora, que mantiene su hogar junto con su esposo, quien es trabajador eventual. Ella es quién siempre toma el toro por las astas y ha sabido salir adelante con sus siete hijos, cuatro de los cuales hoy viven en la casa que construyeron con tanto esfuerzo.
Isabel, inició su labor de lavandera y limpiadora del hogar a la edad de doce años, cuando su madre la puso a trabajar para poder educarse, solventar sus gastos y culminar su quinto año de primaria. “A mis padres no les alcanzaba para dar lo que uno les pedía, por eso empecé a trabajar” afirma Isabel.Se casó a los 18 años con Lorenzo Chiquez Roncales.
Al inicio vivían en un ranchito a las afueras de Trujillo, pero por cosas del destino Isabel llega a trabajar como lavandera a casa de la señora Dora de Roeder, quien tenía amistad con el alcalde de aquella época, Humberto Veriau. “Gracias a ella obtuve mi terrenito aquí en Buenos Aires Sur” alega Isabel. Terreno en el que ahora vive con su esposo, sus cuatros hijos, su nuera y sus cinco nietos.
Al principio construye su hogar con unas esteras, maderas y palos que su madre le obsequia y deja a su primer hijo con ella, debido al frío que predominaba en ese sector por ser tan solitario. Luego poco a poco Isabel y Lorenzo, levantan sus paredes con adobe y forman finalmente un hogar para sus hijos.
En la época Fujimorista, aparece un programa de extranjeros, a través del Banco Material, que ofrece donar materiales a los hogares cobrando sólo veinte soles mensuales, Isabel paga diez de estos recibos, hasta que la población se da cuenta de que por ser donación extranjera, no se debía pagar ningún derecho y es así que con el cambio presidencial y las quejas de la comunidad el programa desaparece.
En el año 2007, al perder el Partido Aprista Peruano las elecciones en Trujillo y con la necesidad del partido de acumular preferencias hacia ellos, la familia Chiquez tiene la suerte de que el Programa Techo Propio lo decreten para La Libertad y ya no para Ica, como se había planteado desde el inicio.Isabel tuvo la iniciativa de inscribir a su vivienda en el proyecto y la suerte de salir premiada con la construcción de su sala comedor, una habitación y su baño, todo con piso falso.
“Estamos mejorando” afirma Lorenzo Chiquez Roncales, esposo de Isabel.Y después de quince años viviendo en ese terreno, la familia ha sobresalido, como muchas de las familias que han corrido con la misma suerte de obtener beneficios gracias al programa de Techo Propio, pagando lo mínimo en largos plazos.
El terreno en el que vive Isabel, es un terreno salitroso, pero a pesar de ello, la necesidad prima para esta familia y ésta ha hecho que cumplan veinte años viviendo en esta casa, se adapten al entorno y superen los obstáculos con el pasar del tiempo.Isabel por su parte, siempre trata de amoldarse por sus hijos al entorno en el que vive, por crear un hogar donde luego ellos puedan vivir y también trata de mejorar las condiciones de su casa para en un futuro heredarles algo que les demuestre cuánto los ama.
Los cuatro hijos que viven con ella colaboran permanentemente en las labores del hogar y uno de ellos trabaja como vigilante para poder colaborar económicamente con su familia y así algún día salir de la extrema pobreza en la que viven.
Es muy difícil para muchos vivir en un lugar considerado como zona roja, pero según las declaraciones de la hija mayor de Isabel, Sonia Chiquez Amaya, ya esta disminuyéndose la delincuencia.
“Antes había mucho pandillaje y
eso ha hecho quedar mal a nuestro
sector” afirma Sonia.
Hoy existen patrullas de seguridad ciudadana, vigilantes y policías que imponen orden y tratan de disminuir la delincuencia en esta zona.
Para el 2007 Isabel viajó en dos ocasiones a Argentina como empleada del hogar, ella ahorra y regresa a Perú con un poco de dinero para poder subsistir, ya que, en Trujillo no encontraba mucho trabajo.
En la segunda oportunidad que fue a Argentina, su jefa cambia de actitud con ella y le paga una cantidad mínima de dinero, por ello, regresa al Perú y hoy trabaja como lavandera en distintos hogares, en los cuales, la aprecian mucho y todos los jefes de las casas en donde trabaja la apoyan desinteresadamente.
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