Una cultura en el Jirón Pizarro





En la misma recta donde se encuentra un edificio donde se pretende dejar de lado ideologías arraigadas propias de Trujillo, se encuentra una casa que aún mantiene la identidad trujillana. Parece ser que aquí no ha pasado el tiempo, todo está bien conservado, pero lo que no se puede entender, es el porqué de la indiferencia por parte de las autoridades hacia el patrimonio cultural de la nación.





A una casa de la Municipalidad, un ambiente perseguido por el ruido y la contaminación, se ubica una de las primeras casas trujillanas, anteriormente propiedad de la familia Calonge y habitada en ese tiempo, por el primer Alcalde Ordinario de la Ciudad, Rodrigo Lozano y su familia.

En el Jr. Pizarro se trata de conservar la identidad peruana a través de una casa de cultura, la Casa Urquiaga-Calonge que por motivos de entroncamiento familiar paso años más tarde a manos de la familia Urquiaga.Esta casa se construye en 1604, en el siglo XVI, tiempo de fundación de Trujillo, con una arquitectura colonial y diseños en madera, propios de la época, que se pueden observar en los ambientes de la casona.

La Casa Urquiaga-Calonge, perteneciente al Banco Central de Reserva del Perú (BCR), es una muestra única del estilo neoclásico reinante de aquella época, el cual, hasta ahora se mantiene para demostrar de esta manera la preservación de la cultura a través de los tiempos.

Enmarcada por un gran pórtico, la casa mantiene su estilo inicial con la utilización del mármol, el empedrado y la finísima madera tallada que refleja toda una cultura de valor para la sociedad y que enmarca la entrada a experiencia cultural única, que transmite todo un proceso histórico.


Pero la pregunta es ¿cómo mantener una cultura a través del tiempo? Y la respuesta es sólo una, con el financiamiento de los propietarios, ya que, como lo afirma el Director Regional de Cultura y de La Libertad y del Instituto Nacional de Cultura (INC), Enrique Sánchez Maura, “el dinero del Estado es dinero de todos y no puede invertirse en casas privadas”.Los propietarios son los únicos responsables de sus casonas y su mantenimiento continuo, pero con cierto apoyo de las instituciones correspondientes que tienen la obligación de brindar algún tipo de asesoría.



“Nosotros si damos facilidades” afirma Sánchez Maura, al inquietarse por las falsas creencias e ideas de los trujillanos con respecto a la institución que él dirige.Ante el deterioro de las casonas debido al tiempo y el terremoto ocurrido en el año 1970, los propietarios luchan por su conservación y se quejan del Instituto Nacional de Cultura y la Municipalidad. Pero como lo dicta la ley 28296, Ley de Patrimonio, el INC, tiene la potestad de manejar todo lo que es patrimonio cultural y por ello brinda asesoría a quién lo requiera preocupándose por la preservación de la cultura.


“Lo que pasa es que hay una idea falsa del INC”, explicó Sánchez Maura.Ante esto nace una cuestión, ¿la Municipalidad debería invertir en casonas?“Definitivamente la Municipalidad debe apoyar económicamente al mantenimiento de las casonas, porque es muy caro mantener una” comentó el Jefe del Área de Biblioteca del BCR y Vice Cónsul de España en La Libertad, Roni Grijalva Iturri.Este ambiente histórico monumental representa un nexo entre lo pasado y lo presente, con sus salones enriquecidos por muebles y cuadros de la época, incluyendo parte de las pertenencias del Libertador Bolívar, ilustre que como muchos habitó esta casa de cultura.


Los últimos propietarios de la casa, la familia Urquiga Jacobs, la venden al Banco Central de Reserva, entidad comprometida con la conservación de los valores históricos y culturales del país aspectos que se pueden observar en las habitaciones de la casona con los documentos, huacos, obras de artistas trujillanos, monedas, medallas y otros elementos de valor para la ciudad.

La importancia histórica y arquitectónica de la casa, es sin duda alguna, la esencia misma de su fundación, por la que han pasado personajes célebres y por ello hoy conforma nuestro patrimonio cultural.

Actualmente la casa mantiene la fuerza cultural de la época por la dedicación de la mayoría de sus ambientes a la difusión de la cultura del siglo XVI, a pesar, de ser irrumpida, en cierta medida, por las oficinas del Banco Central que allí funcionan.¿Quién diría que la identidad peruana aún se conserva?Pero en realidad es así gracias a instituciones como el Banco Central de Reserva del Perú, que por medio de la Casa Urquiaga-Calonge perenniza la cultura y la sociedad peruana y también gracias al turismo y a los trujillanos que visitan esta casona.La Casa Urquiaga-Calonge se mantiene de pie, debido únicamente al cuidado de sus propietarios, que promueven el turismo y la cultura a través de sus salas de exposición abiertas al público en general.La Casa Urquiaga- Calonge es y será por siempre una casa de cultura muy valiosa, por medio de la cual nuestros orígenes quedan plasmados en el hondo del ideario social y transmitida a todos los que osen pisar su suelo.

Granito de arena

Lejos de la civilización, con las calles desoladas por ocasión del Día de la Madre y la misma realidad que se vive en el asentamiento urbano marginal: Buenos Aires Sur, se encuentra una humilde casita perteneciente a una familia que poco a poco ha sabido mejorar sus condiciones de vida.



En la última parada de la poza vive Gregoria Elizabeth Amaya Apolo, madre y jefa de este hogar, más conocida como Isabel, como le llama su madre desde su nacimiento.

Ella es una mujer luchadora y trabajadora, que mantiene su hogar junto con su esposo, quien es trabajador eventual. Ella es quién siempre toma el toro por las astas y ha sabido salir adelante con sus siete hijos, cuatro de los cuales hoy viven en la casa que construyeron con tanto esfuerzo.



Isabel, inició su labor de lavandera y limpiadora del hogar a la edad de doce años, cuando su madre la puso a trabajar para poder educarse, solventar sus gastos y culminar su quinto año de primaria. “A mis padres no les alcanzaba para dar lo que uno les pedía, por eso empecé a trabajar” afirma Isabel.Se casó a los 18 años con Lorenzo Chiquez Roncales.



Al inicio vivían en un ranchito a las afueras de Trujillo, pero por cosas del destino Isabel llega a trabajar como lavandera a casa de la señora Dora de Roeder, quien tenía amistad con el alcalde de aquella época, Humberto Veriau. “Gracias a ella obtuve mi terrenito aquí en Buenos Aires Sur” alega Isabel. Terreno en el que ahora vive con su esposo, sus cuatros hijos, su nuera y sus cinco nietos.


Al principio construye su hogar con unas esteras, maderas y palos que su madre le obsequia y deja a su primer hijo con ella, debido al frío que predominaba en ese sector por ser tan solitario. Luego poco a poco Isabel y Lorenzo, levantan sus paredes con adobe y forman finalmente un hogar para sus hijos.

En la época Fujimorista, aparece un programa de extranjeros, a través del Banco Material, que ofrece donar materiales a los hogares cobrando sólo veinte soles mensuales, Isabel paga diez de estos recibos, hasta que la población se da cuenta de que por ser donación extranjera, no se debía pagar ningún derecho y es así que con el cambio presidencial y las quejas de la comunidad el programa desaparece.

En el año 2007, al perder el Partido Aprista Peruano las elecciones en Trujillo y con la necesidad del partido de acumular preferencias hacia ellos, la familia Chiquez tiene la suerte de que el Programa Techo Propio lo decreten para La Libertad y ya no para Ica, como se había planteado desde el inicio.Isabel tuvo la iniciativa de inscribir a su vivienda en el proyecto y la suerte de salir premiada con la construcción de su sala comedor, una habitación y su baño, todo con piso falso.

“Estamos mejorando” afirma Lorenzo Chiquez Roncales, esposo de Isabel.Y después de quince años viviendo en ese terreno, la familia ha sobresalido, como muchas de las familias que han corrido con la misma suerte de obtener beneficios gracias al programa de Techo Propio, pagando lo mínimo en largos plazos.

El terreno en el que vive Isabel, es un terreno salitroso, pero a pesar de ello, la necesidad prima para esta familia y ésta ha hecho que cumplan veinte años viviendo en esta casa, se adapten al entorno y superen los obstáculos con el pasar del tiempo.Isabel por su parte, siempre trata de amoldarse por sus hijos al entorno en el que vive, por crear un hogar donde luego ellos puedan vivir y también trata de mejorar las condiciones de su casa para en un futuro heredarles algo que les demuestre cuánto los ama.

Los cuatro hijos que viven con ella colaboran permanentemente en las labores del hogar y uno de ellos trabaja como vigilante para poder colaborar económicamente con su familia y así algún día salir de la extrema pobreza en la que viven.

Es muy difícil para muchos vivir en un lugar considerado como zona roja, pero según las declaraciones de la hija mayor de Isabel, Sonia Chiquez Amaya, ya esta disminuyéndose la delincuencia.
“Antes había mucho pandillaje y
eso ha hecho quedar mal a nuestro
sector” afirma Sonia.

Hoy existen patrullas de seguridad ciudadana, vigilantes y policías que imponen orden y tratan de disminuir la delincuencia en esta zona.

Para el 2007 Isabel viajó en dos ocasiones a Argentina como empleada del hogar, ella ahorra y regresa a Perú con un poco de dinero para poder subsistir, ya que, en Trujillo no encontraba mucho trabajo.

En la segunda oportunidad que fue a Argentina, su jefa cambia de actitud con ella y le paga una cantidad mínima de dinero, por ello, regresa al Perú y hoy trabaja como lavandera en distintos hogares, en los cuales, la aprecian mucho y todos los jefes de las casas en donde trabaja la apoyan desinteresadamente.